viernes, marzo 20, 2020

VIVIR EN “ESTADO DE ALARMA” CÓMO CUIDARNOS PARA SEGUIR CUIDANDO

VIVIR EN “ESTADO DE ALARMA”

CÓMO CUIDARNOS PARA SEGUIR CUIDANDO

Van pasando los días, todavía son pocos, aunque parezcan más y aun nos quedan muchos por delante.

En el día a día en el hospital percibo junto a la profesionalidad y el compromiso el desgaste de todos los que trabajamos.

Percibo una actitud de superación personal, de responsabilidad con la sociedad en general y con las personas concretas que nos llegan en particular. Me siento afortunado de ser parte del grupo de trabajadores y trabajadoras que cada día hacemos posible que este hospital sirva a la comunidad.

En cuidados paliativos hablamos mucho del acompañamiento en el sufrimiento de las personas que atendemos y de las estrategias para que ese sufrimiento no nos lastime y podamos seguir cuidando.

Hoy percibo también ese “malestar” (en algunos libros lo llaman distrés) - de un modo más o menos manifiesto - en quienes trabajamos en este “estado de alarma” por todo lo que añade a la práctica sanitaria habitual.

Y me pregunto cómo podemos hacer para cuidarnos.

Hoy escribo estas líneas con el deseo de que nos ayuden a todos a cuidarnos para seguir cuidando.

La experiencia de sufrimiento que nos toca afrontar

Definimos el sufrimiento como

El estado específico de distrés que se produce cuando la integridad de la persona se ve amenazada o rota, y se mantiene hasta que la amenaza desaparece o la integridad es restaurada.

(Cassel E. «The nature of suffering and the goals of medicine». The New England Journal of Medicine (1982), n.º 306, p. 639-645)

Y este estado de distrés se produce en el espacio que hay entre la amenaza percibida y los recursos de que disponemos para afrontarla.

Hasta hace muy poco el trabajo nos mantenía en un estado de alerta para el que cada uno habíamos desarrollado nuestras estrategias de afrontamiento. Éramos conscientes de la amenaza y teníamos los recursos para afrontarla.

Este estado de alerta nos permitía protegernos en el trabajo y al mismo tiempo no hacer daño a los que cuidábamos. Conscientes de los riesgos, la formación recibida en técnicas y habilidades nos era suficiente para su gestión. El miedo de los primeros años cuando nos enfrentábamos a atender a una persona ya pasó y las incertidumbres de entonces habían sido vencidas por las certezas que da la experiencia profesional que vamos acumulando.

Además al terminar nuestro turno salimos del trabajo a la “seguridad” del hogar en donde nos podíamos permitir bajar las defensas, relajarnos y compartir las vivencias de unos y otros con nuestras familias, nuestros amigos, practicar aquello que a cada uno nos ayudaba a relajarnos y disfrutar del tiempo ya sea en compañía o en soledad: un paseo, hacer deporte, un libro o ir al cine,…

Sin embargo y como si hubiese ocurrido repentinamente, la vida que conocíamos ha cambiado tanto en nuestro espacio laboral como en el personal.

El decreto de “estado de alarma” nos ha puesto a todos frente a una amenaza difusa, indefinida y sobre la que no tenemos demasiadas certezas, que no sólo amenaza nuestra integridad también la de los que son importantes para nosotros. De repente los cuidadores somos mas conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. Hasta hay compañeros directa o indirectamente afectados. Y el miedo vuelve a aparecer. Son mas las incertidumbres que las certezas. Es una enfermedad poco conocida y de riesgos inciertos. Una enfermedad que a día de hoy no tiene tratamiento ni vacuna. Una enfermedad que para algunos grupos presenta una alta mortalidad.  Y los medios de comunicación machaconamente nos actualizan al minuto los infectados y los muertos. La percepción de amenaza es creciente.

Y por otro lado nos sentimos sin preparación para ella. ¡Nadie nos preparó para algo como esto! (nos parece un mal sueño o una película de catástrofes).
Nos parece carecer de los recursos para afrontarla. Las medidas de protección y los protocolos que se envían son cambiantes. Nadie estaba preparado y el material escasea. Nos pueden surgir dudas hasta sobre aquello que sabíamos sobre autoprotección y autocuidado. Buscamos seguridades en un contexto de incertidumbres.

Y cuando salimos a la calle y nos dirigimos a casa el ambiente nos recuerda que no podemos bajar la guardia, que “ahí fuera” también habita la amenaza. Calles medio vacías y con control policial. Colas en las tiendas. Distancia de seguridad. Miradas entre viandantes que se cruzan con cierta desconfianza.

Y al llegar a nuestro lugar seguro, nuestra casa otra vez a lavarnos… tenemos miedo de llevar la enfermedad a los nuestros, sobretodo si son frágiles y vulnerables y cuesta mucho quitarse la armadura defensiva. Y nos preguntan: “¿qué tal está la “cosa” ?, ¿qué seria bueno para limpiar esto o aquello? Y no siempre tenemos respuestas seguras. Y no sabemos si oír las noticias para mantenernos informados o mejor no, porque se parecen más a un parte de guerra.

De este modo el espacio entre la amenaza y nuestros recursos se nos hace excesivamente grande y nuestro distrés se puede multiplicar provocando en cada uno un malestar que necesitamos poder gestionar porque la vida sigue:

·      Nuevas personas enfermas entran a cada rato por la puerta del hospital esperando recibir ayuda para su propio sufrimiento. ¿Cómo atender con los mismos o parecidos recursos un servicio de urgencias al que acudirán personas con necesidad de ser aisladas?
·      Las personas que están ingresadas y que sabemos de su especial vulnerabilidad y de los que nos sentimos responsables. ¿Cómo cuidar de todas ellas y protegerles de esta amenaza?
·      Nuestras familias al llegar a nuestros hogares: parejas, hijos, hijas… nuestros propios padres y madres muchos de ellos también especialmente vulnerables. ¿Cómo cuidarles, ayudarles y protegerles?

La vida sigue y nuestro compromiso con la vida continua.

¿Cómo hacer?
¿Cómo afrontar tanta demanda que nos viene de fuera?
¿Cómo gestionar nuestro miedo?
¿Cómo manejar la incertidumbre?
¿Cómo potenciar nuestros recursos personales para todo esto?
¿Cómo hacer para seguir viviendo y no sólo sobreviviendo?
¿Cómo cuidarme? ¿Cómo cuidarnos entre nosotros y nosotras?

Gestión del malestar.

1.    Acepta tu límite y tu vulnerabilidad

En el trabajo ordinario la percepción de control ante las situaciones que se nos presentan nos permite soportar las dificultades.

Hemos vivido con una cierta sensación de invulnerabilidad y de que tenemos un sistema con recursos casi ilimitados – no como en otros lugares del mundo. Esto nos aportaba una protección adicional a la hora de afrontar nuestro trabajo cotidiano.

La realidad es otra. Si algo ha provocado en el personal sanitario la a aparición del COVID 19 es la toma de conciencia de la propia vulnerabilidad y de los límites tanto personales como del sistema sanitario.

Y nos resistimos a aceptar que somos vulnerables y limitados. En esa resistencia gastamos mucha de nuestra energía y aumenta nuestro sufrimiento.

Necesitamos reconocer los límites: no podemos ayudar a todos, no podemos “salvar” a todos. Necesitamos reconocer que somos vulnerables y compartimos la misma vulnerabilidad que las personas a las que cuidamos. Cuando aceptamos esta parte de nuestra realidad y dejamos de consumir energía en resistirnos, empezamos a poder ir más allá de ella y centrarnos en la tarea de cuidar cuidándonos. Podemos empezar a mirarnos compasivamente.




2.    Mírate con compasión

Para muchas personas que trabajamos en profesiones cuidadoras no nos es difícil mirar y actuar compasivamente con aquellas personas a nuestro cargo, sin embargo, no siempre nos miramos y cuidamos con la misma compasión.

Nuestro cansancio, nuestra experiencia de límite, nuestra debilidad también forma parte de nosotros. Somos una totalidad con partes sanas y con heridas.

Nos merecemos ser felices, sentirnos bien. Merecemos ser cuidados – también por nosotros mismos – con cuidado y delicadeza.

Esto implica dedicarnos nuestro tiempo. Prestar atención a lo que en nosotros se mueve.

3.    Escucha tu interior (algunos lo llaman “intuición”)

En tiempos de crisis si aparcamos el ruido externo que nos satura (hoy los medios de comunicación son una fuente constante de “ruido” que potencia el estado de alarma en cada uno) entonces, podemos acercarnos con mayor lucidez a lo que se mueve dentro de nosotros. A descubrir lo que necesitamos y lo que podemos aportar.

4.    Valida tus emociones

Probablemente se presenten múltiples emociones en estos días: miedo, tristeza, enfado que no siempre aceptamos o sabemos manejar. Por un lado aceptar que el hecho de ser profesionales no nos inmuniza de sentir emociones y que éstas no son buenas o malas. Simplemente son.

Tengo mi derecho a sentir cualquiera de ellas y no se trata de desgastarme en el esfuerzo por no sentir sino en encontrar el cauce por el cual puedan ser expresadas, compartidas y acogidas con paz, sin dejar que crezcan, hasta un punto en que afloren al exterior distorsionadas en forma de trastornos de ansiedad, depresión o agresividad.

El primer paso para ello es validarlas. Reconocerlas, darnos permiso para sentir y no permitir que la culpa se abra paso o su represión las convierta en algo patológico.

Existen técnicas de autorregulación emocional que pueden ser de ayuda en estos casos y que puede ser útil ejercitar:
o   La botella medio vacía también está medio llena. No fijes la mirada sólo en lo que falta.
o   Evita usar adjetivos desmedidos a la hora de calificar la situación: es horrible, terrible, durísima, … pues aumenta la intensidad de la emoción. Intenta usar comentarios más ajustados al momento (no se trata de ocultar la situación sino de calificarla en su medida)
o   Evitar el catastrofismo. Esa capacidad de anticipar lo peor.
o   Evitar generalizar las situaciones: siempre, nunca, nada, jamás, imposible. Este tipo de expresiones llevan a la impotencia y la parálisis y no a la búsqueda de soluciones

5.    Cultiva tus fuentes de energía interior

En la medida que nos vamos conociendo a nosotros mismos vamos siendo más conscientes de aquellos elementos de nuestra vida que nos cargan de energía, que nos reponen las fuerzas: pueden ser lugares, personas o prácticas. El “acudir” a estos lugares, personas o prácticas de un modo frecuente será una garantía de no quedar exhaustos en tiempo de gran consumo de energía.

Cierto es que la situación de confinamiento que vivimos puede dificultar el “acudir” a esos lugares, personas o prácticas. Es tiempo de agudizar el ingenio para poder realizarlo de formas alternativas y/o virtuales. Podemos repasar fotografías de los lugares de otro tiempo en el que estuvimos o ver fotos por internet. Una llamada o videollamada con esa persona que me carga de energía. Habilitar un espacio en casa para el ejercicio, el yoga, la oración… aquella práctica que más me nutre.

6.    Vive conectado a la vida

Recibiendo cada día las cifras de fallecimientos y viendo cada día a personas que sufren puede ser muy difícil apartar la vista de la muerte. Puede provocar que estemos más en la muerte que en la vida. Es clave no perder de vista que la muerte sólo es una parte de la vida y que la vida abarca mucho más.

Necesitamos estar conectados con la vida que también nos rodea en forma de solidaridad, en forma de compañerismo, de humor, de amistad, … son tantas las expresiones que la vida toma en torno a nosotros. No nos ayuda dejarlas de lado en medio de esta crisis.

7.    Crea

Ante las dificultades que se ponen frente a nosotros, como seres humanos tenemos una cualidad fundamental para enfrentarlas: la creatividad. Descubrir las oportunidades en medio de la crisis. Con los restos de un naufragio se pueden hacer tantas cosas, desde una casa a un pequeño bote. Es el momento de mirar la realidad con creatividad. Un grupo de profesionales que se suman a la campaña #yomequedoencasa con un video musical improvisado. Unas enfermeras que mandan una foto divertida “enmascaradas”. Agradeciendo el agradecimiento de las 20:00 horas de los vecinos que salen a aplaudir, saliendo a aplaudirles a ellos.
Crear nos conecta con lo mejor de nosotros mismos.

8.    Conecta contigo, con los otros y lo que os envuelve: haz presencia

Cuando vivimos conectados con lo que nos pasa, con lo que les pasa a las personas que cuidamos y con el entorno que a ambos nos envuelve… estamos PRESENTES. La presencia nos mantiene anclados a la vida y no permite que el caos circundante nos arrastre y nos lleve sin control.

Necesitamos cultivar la presencia. Estar en lo que estamos en cada momento. Ni en lo que pasó ayer ni en lo que vendrá mañana. Estar en el aquí y en el ahora.

9.    Confía

Ahora que el miedo es una emoción muy generalizada podemos recordar que sólo hay algo más fuerte que el miedo: la ESPERANZA.

Decía Simone Weil que no tenemos derecho a perder la esperanza mientras haya tantos desesperanzados. Cultivemos la esperanza. No renunciemos a desear, a soñar, a esperar. No permitamos que este caos vírico nos quite más de lo que puede. No le demos ese poder al COVID 19.

Recordemos que “mientras hay esperanza hay vida”. Y ahí este virus no tiene nada que hacer. Juntos saldremos de todo esto.

10. Celebra

Celebrar nos hace más humanos pues potencia una de las dimensiones más humanas que pueden existir. No perdamos la ocasión de celebrar cada día las pequeñas cosas. Y las grandes.

Necesitamos celebrar allí donde estamos y con quienes compartimos el dolor y el compromiso con la vida. La celebración nos vincula y fortalece individual y colectivamente.

Toda esta crisis pasará. Seguro que nos quedarán algunas heridas y muchos aprendizajes. Pasará. Y será necesario que lo celebremos TODOS juntos. Que hagamos ofrenda de todo lo vivido. Que brindemos y bailemos. Que sea una celebración de VIDA y demos gracias por cada compañera y cada compañero. Por tantos que en otros lugares también habrán contribuido a que podamos celebrar.

Se que todo pasará y que lo pasaremos juntos.

Y se que esto nos hará mejores personas.

Gracias compañeros y compañeras por vuestra vida y vuestro trabajo.

Con todo mi cariño, vuestro compañero.

Julio

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