domingo, mayo 17, 2020

That's How I Got To Memphis

Para llegar ... es el amor que mueve
That's How I Got To Memphis
If you love somebody enough
you'll follow wherever they go
That's how I got to Memphis
that's how I got to Memphis
If you love somebody enough
you'll go where your heart wants to go
That's how I got to Memphis
that's how I got to Memphis
I know if you'd seen her you'd tell me cause you are my friend
I've got to find her and find out the trouble she's in
And if you tell me she's not here
you can follow the trail of my tears
That's how I got to Memphis
yeah that's how I got to Memphis
she get mad and she used to say
she'd come back to Memphis some day
that's how I got to Memphis
I haven't eaten a bite
or slept for three days and nights
that's how I got to Memphis
I've got to find her and tell her that I love her so
And I'll never rest till I find out why she had to go
So thank you for your precious time forgive me if I start to cry
That's how I got to Memphis yeah
that's how I got to Memphis
That's how I got to Memphis don't you know I got to Memphis
That's how I got to Memphis that's how I got to Memphis
That's how I got to Memphis
Thank you for your precious time
Forvive me if I start to cryin'
That's how I got to Memphis
That's how I got to Memphis

https://youtu.be/b7oPm-FQsj4https://youtu.be/b7oPm-FQsj4

¿La salud de quien estamos defendiendo? Desigualdades sociales y sanitarias en tiempo de pandemia


www.asociacionbioetica.com/blog/la-salud-de-quien-estamos-defendiendo-desigualdades-sociales-y-sanitarias-en-tiempo-de-pandemia

jueves, mayo 14, 2020

UNA MIRADA AL COVID DESDE LA ESPIRITUALIDAD



UNA MIRADA AL COVID DESDE LA ESPIRITUALIDAD
Dr. Julio Gómez
Grupo Espiritualidad SECPAL
Paliativista H. San Juan de Dios Santurtzi

“Tuvimos la experiencia, pero perdimos el sentido.” (T.S. Elliot)

Ya ha terminado abril y las declaraciones oficiales nos hacen vislumbrar que aún nos queda mucho por vivir hasta que recuperemos eso que llamábamos “normalidad”.

A todos nos ha cambiado la vida. Sin embargo, para muchas personas (hoy, 2 de mayo, ya hay identificados 216.582 casos en toda España y han fallecido 25.100 personas por las cuales podemos estimar unas 100.000 en duelo) este tiempo ha supuesto un impacto especialmente importante en sus vidas. Se han visto abocados a experimentar la enfermedad, el sufrimiento, la muerte y el duelo por sus seres queridos. Y todo ello en unas condiciones que podríamos decir que traumáticas. Por otro lado, hay otras personas, para las que no hay aún cifras, que han sido victimas colaterales de la pandemia: las personas con enfermedades avanzadas. Todo esto, seguro, supondrá otro tipo de oleada del COVID que nos colocará en atender las secuelas de la pandemia.

Quienes trabajamos en el ámbito sanitario tampoco hemos quedado al margen de esta experiencia. La hemos vivido de un modo que podríamos decir “total”. Pues la hemos afrontado en proximidad a todas esas personas contagiadas, en nosotros mismos, en nuestras familias y en nuestros compañeros. Además, la hemos vivido experimentando en muchos momentos las limitaciones personales y estructurales para poder desarrollar nuestra labor. Hemos vivido en muchas situaciones las limitaciones que la realidad imponía enfrentadas con nuestras más arraigadas convicciones sobre el modo humano de cuidar a las personas enfermas y dolientes. Como antes decía pensando en la población general, también las personas que trabajamos en el ámbito sanitario vamos a necesitar apoyo para gestionar las secuelas de la pandemia en nosotros mismos.

En cuidados paliativos hemos afirmado la importancia de la dimensión espiritual en el cuidado de las personas. ¿Cómo nos puede ayudar en este momento esta mirada espiritual? ¿Puede el abordaje de lo espiritual en todos los que hemos vivido esta experiencia contribuir a que no perdamos el sentido?
En una de las primeras Guías de Acompañamiento Espiritual que desarrolló el Grupo de espiritualidad de SECPAL se decía que “por espiritualidad entendemos la aspiración profunda e íntima del ser humano a una visión de la vida y la realidad que integre, conecte, trascienda y de sentido a la existencia.”
Este itinerario espiritual que permite el afrontamiento del sufrimiento ha sido descrito por diferentes autores y en todos ellos descubrimos unas características:
-        Se trata de un proceso de evolución y cambio caracterizado por el crecimiento personal a través de fases de sufrimiento y distrés.
-        Se llega a un momento de agotamiento y renuncia a mantener el control.  Es el momento de la aceptación de la realidad, del abandono y de la entrega.
-        Y al final se alcanza la comprensión de la experiencia y la construcción de una nueva identidad.
De modo esquemático el itinerario discurre desde el “caos” a la “aceptación” y de ahí a la “transcendencia”.
Este itinerario que parte de esa aspiración humana de dar un significado y sentido a la existencia y que el sufrimiento, el dolor, la muerte han trastocado y nos deja en ese “caos” que se refleja en las preguntas del por qué y para qué y que tantos dolientes en diferentes momentos de nuestro vivir nos hemos hecho y nos haremos.
La experiencia del COVID sin duda nos ha sumido a todos en una forma de ese “caos” y en medio de él hemos luchado por no sucumbir al sufrimiento de las personas y al nuestro. Este nos pone ante el primer paso del camino. Recocer la realidad que estamos viviendo, reconocer nuestro propio dolor y las heridas que nos hemos hecho. Permitirnos sentir. Reconocer estas emociones como propias. El miedo. La tristeza. El enfado.
En el caso de los profesionales es incluso más importante poder hacer este reconocimiento: “soy un profesional y también tengo emociones”.
Para poder hacer esto necesitamos un lugar seguro en donde todo esto pueda aflorar sin que se nos juzgue por ello. Este lugar seguro tal vez lo podamos encontrar en un amigo, en un profesional. En cualquier caso reconocer el caos es el punto de partida. Y adentrarse en él, es el camino para sanar. Y poder llegar a “aceptar” la realidad.
Esta es hoy mi (nuestra) realidad.  Nos toca vivirla. Y aunque a veces parece que lo inunda todo y que no hay nada más, somos mucho más que esta realidad. Nuestra vida es mucho más que lo que hoy estamos experimentando.
Es hora de reconocer cómo esta realidad impacta o ha impactado en nuestra conciencia, en nuestro proyecto vital y también reconocer el conjunto de realidades que dan contexto a nuestra vida: nuestra familia y nuestros seres queridos, lo que es importante para nosotros, aquello a lo que damos valor y ha dado y da sentido a nuestra vida.
Es el momento de mirar no sólo la amenaza que vivimos sino también los recursos que tenemos para afrontarla.
Aquí tienen sentido preguntas por nuestra identidad. ¿Quién soy? Y ¿Quién quiero ser? Y desde dónde la definimos. Desde mi o desde lo que otros esperan de mí. Desde lo que hago o desde lo que soy.
Si seguimos por este camino nos iremos acercando a poder “aceptar” esta realidad. A ir dejando el “caos” para abrirnos a un nuevo momento.
La “aceptación” que proviene de ese camino de adaptación. Donde acepto que no puedo controlarlo todo. Donde acepto que la vida no la domino. Y que muchas de las cosas que me ha tocado vivir quedaban fuera de mi control. Que si de mi hubiese dependido lo hubiera hecho distinto. Que la vida de los que son importantes para mi, aquellos a quienes amo, no depende de mi.
Esta aceptación nos coloca ante el reto de la esperanza. Y también nos confronta con su reverso, cuando nos hacemos conscientes de que lo que se fue no volverá. Sin embargo es oportuno preguntarnos ¿Qué es lo opuesto a la esperanza?.
De un lado tenemos la idea de “desesperación” que nos quita la energía y la vitalidad y nos sumerge en un estado de apatía. Por otro la “desesperanza” que también se opone a la apatía y que aunque estamos convencidos de que aquello que esperamos no se podrá alcanzar, seguimos en posesión de la energía y vitalidad para mirar al futuro, buscar soluciones o nuevos objetivos con los que conectarnos.
Y es que mientras hay esperanza hay espacio para un futuro diferente del esperado inicialmente. Mientras hay esperanza hay vida.
Podría parecer que llegados a este punto de la aceptación ya hemos acabado nuestro viaje sin embargo aun nos queda el camino para construir ese futuro diferente al esperado. A este itinerario le llamamos “transcendencia”.
Sin embargo. ¿Qué es la transcedencia? O de un modo más operativo ¿qué es transcender? Voy a recurrir a Víctor Frankl para aproximarme a esta definición.
“Cuando nos enfrentamos a un destino que no podemos cambiar, estamos llamados a dar lo mejor de nosotros mismos, elevándonos por encima de nosotros mismos y creciendo más allá de nosotros mismos; es decir a través de la transformación de nosotros mismos.”
Es posible que desde nuestro momento actual más cercano todavía al caos que a la aceptación oír hablar de transcendencia nos quede muy lejos y puede que creamos que no podemos llegar y sin embargo muchos hemos sido testigos de experiencias similares en las personas que hemos acompañado y que como tantas veces hemos afirmado han sido nuestros maestros. Hemos visto reconciliaciones imposibles. Hemos visto morir en paz tras vidas de una gran lucha. Hemos visto expresiones de amor en medio del sufrimiento.
En medio de estas experiencias el caos vivido a encontrado sentido y ha sido transcendido.
La pandemia ha evolucionado. Se habla de fases de desescalada. De “nueva normalidad”. Pero corremos el riesgo del que nos alertaba T.S. Elliot. “Tuvimos la experiencia, pero perdimos el sentido.” Nuestras ganas de dejar atrás lo vivido pueden encontrar una salida en falso de este viaje que iniciamos. Y al final perder la oportunidad de aprender, de crecer, de transformarnos y así transformar nuestra sociedad y nuestro mundo.
Y descubrir que lo importante no era hacer sino ser. No era trabajar sino vivir. Que la clave no era la autosuficiencia sino la interdependencia. Que no se trataba de sobrevivir sino de vivir. Que el objetivo no era alargar la vida sino ensancharla. Que lo que nos une a todos los seres humanos es la vulnerabilidad. Y que este reconocimiento hace posible una humanidad compartida. Y el cuidar. Cuidarnos unos a otros, a nosotros mismos y a esta tierra que habitamos. Cuidar es el principal compromiso humano.
Ojalá, que en las lecturas que hagamos de lo vivido, no nos olvidemos de la dimensión espiritual. Sólo así podremos superar algunas de las secuelas que tendremos que atender y prevenir futuras crisis desde su raíz.
Quienes nos dedicamos a los cuidados paliativos hemos sido los que más hemos reivindicado esta dimensión en la atención de las personas. Y ahora estamos llamados a no olvidar este análisis. A no perder la oportunidad que la vida nos ofrece de ahondar en la búsqueda de sentido y poder concluir la estrofa del poema de T.S. Elliot:
“Tuvimos la experiencia, pero perdimos el sentido. Y acercarse al sentido se restaura la experiencia “.



AMAR HASTA QUE DUELA

  En memoria de la señora Luz María que me pagaba la consulta médica con 2 huevitos de gallina. Dar de lo que necesito. Dar sin medida, s...